A propósito de este miércoles tercero de Cuaresma, que quedará imborrable en nuestra memoria, y del evangelio de este día, permitidme una humilde reflexión con vosotros, querid@s consagrad@s de nuestra diócesis, y seguidores de nuestro blog y de nuestro perfil en facebook:
La Cruz está
siempre presente en el corazón de Jesús. Su Cruz va a ser mucho más que un
martirio, será un sacrificio ofrecido
por nuestro bien, portador de vida y salvación.
El Evangelio de hoy nos habala del tercer anuncio de la
pasión. San Mateo nos muestra nuevamente cómo Jesús quiere preparar a los suyos para la
pasión que está a punto de vivir. Pero de nuevo también el contraste,
ellos tienen otros pensamientos, no entienden, no reflexionan sobre lo que Jesús
les presenta con claridad: que va a ser condenado y crucificado.
Jesús
humillándose y los discípulos preguntándose por
puestos de privilegios.
Esto nos demuestra que la pasión era necesaria para cambiar el corazón del hombre.
En este día, sin duda singular por tratarse de la última aparición
pública del Papa Benedicto, antes de retirarse, el evangelio
de hoy adquiere un significado especial para nosotros. El Papa asumiendo humildemente la voluntad de Dios, nos está dando a todos una clara
lección de que necesitábamos su ejemplo y sufrimiento.
Al igual que la pasión de Cristo, su ejemplo de humildad era necesario en nuestra Iglesia y en nuestro mundo, para cambiar el
corazón del hombre, para cambiar nuestros corazones y recordarnos
que la mayor dignidad es servir
a Cristo en fe, humildad y conciencia recta.
A pesar de nuestros buenos pensamientos -y mejores palabras todavía- en
nuestro corazón enfermo crecen juntamente con ellos otros pensamientos de orgullo y egoísmo.
Necesitamos
la pasión de Jesús y el ejemplo de humildad de los santos para liberar nuestro corazón y recuperar el sentido de la vida, que
servir es reinar.
El Papa por su experiencia del misterio de Cristo,
como los apóstoles después del encuentro con el Resucitado, ha sido capaz de beber durante años de fecundo Pontificado, el cáliz de la
amargura, del que hablaban los profetas.
Nuestro querido Papa ha sido hasta ahora un
verdadero maestro
de vida espiritual, explicando con su palabra y demostrando con su testimonio
que las pruebas (las cruces) nos
transforman interiormente, para que ya no ambicionemos más las
satisfacciones terrenas de antaño.
La indignación de los otros diez apóstoles,
contra Santiago y Juan, tampoco refleja una intención recta en ellos, pues murmuraban por envidia. Y Jesús les da
la lección definitiva: el verdadero honor no está en el poder, sino en servir hasta
hacerse esclavo por amor.
La gloria de Jesús es habernos amado hasta dar la vida por todos, para
redimirnos a todos.
¡Gracias Señor, por amarnos hasta morir por
nosotros!
¡Gracias
Santo Padre, por servirnos con amor y por el mismo amor haberte humillado.
Gracias por recordarnos que la verdadera alegría y
paz del corazón está en servir, en amar como Jesús…por el bien de los hermanos.