Ricardo nace en Cualedro, el 5 de agosto de 1875, y es bautizado el
mismo día de su nacimiento. Ricardo crece al amparo de sus padres, de
quienes aprende a rezar, sufrir y trabajar con buen ánimo. A edad
temprana se dirigió al Colegio Apostólico de los Milagros. En la Casa
Central de Madrid, hizo los estudios de Filosofía y Teología, recibiendo
el sacramento del orden el 27 de mayo de 1899.
Cinco meses después, es
enviado a Mérida de Yucatán (México), donde permanecerá diez años
enseñando en el Seminario Diocesano confiado a la Congregación de la
Misión, además de salir a predicar misiones por los pueblos comarcanos.
En 1909, se dedica solo a dar catequesis sencillas a los indios mayas,
hasta que en 1914 se dirige a Estados Unidos y misiona en Fort Worth,
Texas. Aquí invirtió diez años de trabajo, 1914-1924, al servicio de
gentes de habla hispana, a los que atendía con gran espíritu de
caridad, sencillez y entrega.
Aprovechando las Bodas de Plata Sacerdotales
vino a España, con la intención de descansar y regresar, pero los
superiores le enviaron a la residencia de Ourense, donde sería
constituido el superior de la casa, en 1928. Cuando era feliz en este
destino, fue enviado en 1935, a Gijón, haciendo la siguiente confesión a
un compañero: “Tengo un presentimiento claro de que algo grave me va a
pasar en Asturias”. Y, añadió: “Dios sobre todo”. Es difícil encontrar
mejor disposición para el martirio.
Se ausentó de la Comunidad el 19
de julio de 1936, hallando asilo en la casa de dos familias amigas,
hasta que fue descubierto y conducido entre golpes e insultos a una
checa próxima, instalada en la iglesia de San José.
El 14 de agosto,
víspera de la fiesta de Nuestra Señora de Begoña, fue trasladado en
camión con trescientas personas más, sacerdotes y seglares, al lugar
llamado de “Llantones”, donde sufrió martirio con arma de fuego.